Según datos censales de 1990
(Garma, 1999), el 89% de la población en México se declaraba católica, para el
año 2000, se reporta una mayoría de población protestante sobre la católica en
16 estados de la república (INEGI 2000). La apertura en el mercado de creencias
tiene su origen en los cambios en el siglo XIX aunque ya existían rastros de
diversidad religiosa en nuestro país con anterioridad pero no eran tan
numerosos (Bastian 2006). Esta diversidad se expresa jurídicamente en la
constitución actual (artículo 130 reformado en 1992) , y constituye la
respuesta a una demanda creciente por formas de expresión culturales distintas
entre consumidores más exigentes y críticos con respecto a los valores éticos
que subyacen a cada conjunto de creencias. La clasificación que se utiliza en
este trabajo es la que aparece en el INEGI: católica, protestante y evangélica
y bíblica no evangélica. Las protestantes y evangélicas incluyen a los
protestantes pentecostales y neo pentecostales, Iglesia del Dios vivo, columna
y apoyo de la verdad, la luz del mundo y Adventistas del Séptimo Día. Las
iglesias bíblicas no evangélicas incluyen a la Iglesia de Jesucristo de los
Santos de los Últimos Días y a los Testigos de Jehová. Esta clasificación se
comparó con la de Garma (1999): protestantes, evangélicas y protestantes no
evangélicas (Testigos de Jehová y mormones) y con la que se incluye en el
catálogo administrativo de asociaciones religiosas en México de la SEGOB .
Existe un mayor número de población protestante y evangélica de 50 años y más
que la población con religión bíblica no evangélica del mismo rango. Una
explicación posible es la temprana participación de los grupos metodistas y
bautistas en nuestro país (siglo XIX). Bastian (2006) indica que los grupos
protestantes tienen presencia en México desde la Colonia pero que fueron
perseguidos utilizando el Tribunal de la Santa Inquisición por lo que fue a
partir del siglo XIX y comienzo del México independiente cuando comienza a
existir mayor tolerancia religiosa.
La apertura significa para el
consumidor poder adaptar su forma de vida a la expresión cultural a la que se
adhiere, así, las nuevas opciones religiosas buscan acercarse a las necesidades
de sus fieles, buscan entender los problemas que cotidianamente enfrentan y
adaptar el conjunto de creencias a grupos de consumidores específicos. Se
pueden encontrar creencias o prácticas religiosas donde se es salvado sin
importar necesariamente la conducta del consumidor. El mercado se ha ampliado y
es ahora tan competido que a las asociaciones religiosas reconocidas por la ley
hay que agregar otras prácticas culturales que aún sin registro tienen su raíz
en la cultura popular: Iglesia Católica Tradicional MEX-USA, Misioneros del
Sagrado Corazón y San Felipe de Jesús, culto a San Malverde, culto a José
Fidencio Síntora Constantino o niño Fidencio, Iglesia de Unificación,
Cientología. Las asociaciones religiosas que funcionan de esta manera son una
alternativa para los grupos marginados de la sociedad: personas en pobreza
extrema, personas en situación de calle, delincuentes, madres solteras e
inmigrantes, aunque también incluyen un buen grupo de “disidentes” de las
tradiciones ortodoxas o tradicionales cuando éstas no cumplen sus expectativas.
Los principales elementos que
determinan la adhesión a un producto o expresión cultural en el mercado de
creencias son los siguientes:
• el núcleo cultural básico de
creencias debe satisfacer la demanda espiritual del consumidor
• el núcleo cultural básico de
creencias debe ser flexible a las necesidades del consumidor y no viceversa
• debe existir un código de ética
que se adecue a las necesidades específicas del grupo consumidor. El código de
ética no funciona en una sola dirección. Por ejemplo, en el caso de los devotos
de la Santa Muerte funciona en ambas direcciones, es decir se busca
afanosamente justificar una conducta que éticamente sólo es correcta para un
grupo y no para la mayoría de la población.
• la infraestructura de templos y
centros de oración debe estar cercana al lugar de trabajo de los consumidores,
sobre todo en zonas rurales
• los grupos con identidades
particulares buscan en el mercado de creencias elementos culturales que
fortalezcan la unión, por lo tanto el uso de todos los elementos en la práctica
ritual son importantes: los cantos, bailes, ceremonias ritualizadas, oraciones,
etc. Que tengan como fin el integrar a los miembros del grupo. La cultura de la
organización expresada en sus aspectos simbólicos (lenguaje, ritual) es
extremadamente importante así como el uso de objetos sagrados, amuletos, agua,
incensarios, malas, etc.
• nivel de ingreso y educación
para el caso de las religiones orientales (hinduismo, budismo) y bíblicas no
evangélicas
• origen étnico para el caso de
las religiones protestantes (protestantes, pentecostales y neo pentecostales;
bíblicos no evangélicos (Testigos de Jehová), adventistas y mormones. El
incremento en los creyentes de de religiones protestantes pentecostales
(Bastian, 1996) está también relacionado con una crítica a los mecanismos
ideológicos de poder y legitimación instrumentados por la iglesia católica en
América Latina.
• Capacidad de las nuevas
creencias de adaptarse a los elementos sincréticos de la región, que incluye
las prácticas culturales particulares de la región en cuestión y el idioma.
• Evaluación de costos y tiempo
para el consumidor (costo de oportunidad) o mejor alternativa rechazada, que en
el caso que nos ocupa es la competencia más cercana. Para un consumidor
religioso la cercanía a la muerte puede ser el momento de evaluar el costo de
oportunidad de no haber optado por otra práctica religiosa más acorde a sus
necesidades. Las religiones con un costo de oportunidad relativamente menor
serían las orientales: hinduistas, budistas y krishnas por su creencia en la
reencarnación.
El ingreso per cápita parece ser
un elemento muy importante para la adhesión a una expresión cultural religiosa.
Datos para México de la población ocupada por religión (INEGI, 2000), muestran
que las personas que practican las religiones católica, protestante/evangélica
y bíblica no evangélica obtienen ingresos entre 1-3 salarios mínimos, siendo
las religiones protestantes históricas, adventistas del séptimo día,
pentecostales y neopentecostales las que registran los mayores porcentajes de
personas sin ingresos. Por otro lado, existe un alto porcentaje de población
hablante de lengua indígena entre estos grupos religiosos. Los grupos
religiosos con mayores ingresos en el percentil de más de 5 salarios mínimos y
menores porcentajes para población sin ingreso son los de la Iglesia de
Jesucristo de los Santos de los Últimos Días y los que aparecen marcados como
“otras religiones”, que incluyen a las asociaciones orientales: budistas,
hinduistas, krihsnas, judías, islámicas y a las nuevas expresiones.
La conducta del consumidor en el
mercado de creencias se ha diversificado gracias a una mayor competencia y a
los cambios en el ingreso y educación de los consumidores. Por el lado de la
oferta de creencias religiosas, la lucha por el mercado entre las diferentes
asociaciones religiosas coloca productos flexibles y accesibles en tiempo y
dinero para el consumidor, buscando adaptarse a sus necesidades y/o
aprovechando los nichos de mercado que ofrecen las comunidades rurales o grupos
marginados. Existe también una tendencia a ofrecer expresiones culturales
sincréticas aún sin registro legal pero sostenidas en el arraigo de prácticas
culturales ancestrales.
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